Empecé a leer a los tres años. Mi abuela me llevaba a la
biblioteca municipal de Fuentealbilla, sacaba tres cuentos infantiles y al día
siguiente los devolvía ya todos leídos. La bibliotecaria, viendo que me los leía
tan deprisa, dejaba que me llevase más de tres libros, que era el límite.
He leído cuentos de todas las
partes del mundo, después empecé con las novelas de aventuras y de terror. Fui
creciendo y me enganché a las novelas de misterio y de crímenes. Allá por la
adolescencia, escribía mis propios relatos, pero tenían una calidad literaria tan
pésima que aún hoy me río de ellos. He crecido rodeada de libros, mi madre es
lectora y mi tío también lo era. Mi abuelo leía novelitas del oeste que yo
también leía y mi padre siempre ha sido asiduo a los cómics de superhéroes,
cosa que a mí también me contagió. Leo de todo, desde grandes clásicos de la
literatura hasta el último bombazo editorial (sobre todo sagas), incluyendo
cómics. Hay quien se avergüenza de ser filólogo y leer novelas ligeras, pero no
veo que sea algo incompatible ni que sea nada malo. Se puede ser amante de las
novelas de Gabriel García Márquez y disfrutar a la vez de las aventuras de
Beatrice Prior en Divergente.
Al final, mi pasión por la
lectura me llevó más allá. Ya no me conformaba con solo leer, sino que
necesitaba contar historias. Seguí escribiendo historias malas, llenas de
clichés y de personajes sin sentido, con tramas imposibles y poco pensadas.
Hasta que un día decidí tomármelo en serio, practiqué mucho la escritura, leí
aún más, seguí escribiendo y empapándome de buenos y no tan buenos libros. Y, bueno,
ahí voy, poco a poco abriéndome un caminillo en el mundo de la literatura, que
es lo que más me gusta.
Para saber cuáles son los buenos libros habrá que leer muchos. Estoy contigo, necesito novelas ligeras de vez en cuando.
ResponderEliminarExactamente. Las novelas ligeras te liberan la mente, sobre todo si la tienes llena de preocupaciones. No hay que ser erudito las 24 horas del día ni los 7 días de la semana ;)
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