Suena el despertador y salto de la cama, justo a tiempo para ver cómo se abren paso entre
las montañas los últimos rayos de sol que quedaban por despuntar. Me paro ante
el ventanal y me deleito con el magnífico espectáculo. Sin perder la sonrisa
que acompaña mi rostro en este momento, pongo mi canción de los lunes que me
imprime aún más energía si cabe y salgo directa a la ducha. Hoy no puedo perder
mucho tiempo porque quiero estar en el instituto temprano. ¡Es el último día de
clase! El primer y último día de clase son los más intensos, desde mi punto de
vista. Mientras que el primer día, los chicos están muy excitados por volver a
encontrarse con los compañeros y ver qué profesores les ha “tocado”, los que ya
pertenecen al centro, claro. Los alumnos nuevos están mucho más nerviosos y
expectantes por los cambios que se les avecinan. Eso sí, el último día de clase
es igual para todos: con muchas ganas de acabar, prisas, planes, cierta incertidumbre respecto a las notas...
Parece que
fue ayer, incluso ahora mismo, cuando me preparaba para ser profesora, corría
el año 2016, mucho ha llovido desde entonces y muchas cosas han cambiado
también. Recuerdo que vivíamos momentos difíciles para la Educación porque,
entre las sucesivas reformas educativas que no hacían más que poner trabas al
normal desarrollo de nuestra actividad, y el desprestigio de la profesión
docente, se podría decir que estábamos en el punto de mira, puesto que se consideraba a los docentes como los grandes responsables de los elevados
índices de fracaso escolar.
Una gran
noticia que todos celebramos fue cuando los políticos se comprometieron a
trabajar en la elaboración de una Ley
Educativa que recogía tanto las necesidades como las carencias reales. Esta
reforma se llevó a cabo con el asesoramiento de los docentes que están en
contacto directo con la realidad que se vive en las aulas y, por tanto, la voz
más autorizada. Además, adquirieron el compromiso de mantener esta Ley, independientemente
del partido gobernante, ya que es la única manera de comprobar los resultados
de la misma, a largo plazo. Se reforzó
la comunicación y colaboración entre los docentes, se invirtió mucho en la
formación docente, especialmente en el campo de la innovación y las
tecnologías. De esta manera se dio continuidad y proyección a unos planes
educativos que hoy, en pleno 2030 estamos recogiendo los frutos y, por cierto,
es una magnífica cosecha.
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